Nada es eterno..
Estos tres dias atras he estado pensando en el pasado. No en el pasado en sí, no en los recuerdos... he estado pensando más bien, en todo lo que hubo en mi vida que se fue marchando poco a poco. Hay cosas que se escapan tan despacio que no te da tiempo a enterarte. Hay cosas que se van de golpe, de un portazo... y te dejan con cara de sorpresa y los ojos clavados en una puerta que no volverá a abrirse. Al menos no la abrirá esa mano, ya no más.
He estado pensando en alguien que fue importante para mí. Que fue risas y fue sueños. Alguien a quien le hice alguna que otra promesa. Y quien me prometió a mí. Alguien que estaría siempre, que no se iría... que tendríamos mil días más para compartir secretos. Y yo le creí y sé que el me creyó a mí porque, entonces, era verdad. Entonces no era solo una promesa: era una certeza, la fe ciega que yo tenía en nosotros,... mi absoluta convicción.
Luego pasó el tiempo. Pasaron los años o, quizás, solo pasaron las cosas... y las intenciones se fueron agotando. La fe ya no era tan ciega y los recuerdos eran cada vez más tristes. Había días de lluvia en los que me sentaba frente a la ventana y me ponía a pensar como pasaba la vida: como gotas sobre el cristal, unas llegan hasta el final y otras se van agotando a la mitad.
Comprendí entonces que nada era eterno. Que la verdad del hoy podría ser la mentira del mañana... y que cualquier mano, sobre el fuego, termina por quemarse.
Ahora prefiero no hacer promesas aunque, sin poder evitarlo, siempre se me escapa alguna... aunque son más bien deseos, ganas... son más bien sueños que tengo y que no quieren quedarse atrapados en mi garganta. He aprendido a vivir con los recuerdos, a no borrarlos, a comprenderlos... ahora sé que ellos no son culpables del paso del tiempo, de la distancia o de los silencios. Ahora sé que ese alguien ya no está, estuvo. Y no hay odio ni rencor, no hay rabia, no hay pena... solo hay un ayer y un ahora. En el ayer quedan sus sonrísas, su compañía, aquellas promesas que hicimos con total certeza... en el ahora queda la indiferencia, las miradas que se esquivan y las ganas que tenemos, a veces, de volver a ser completos desconocidos para no tener que mirarnos a los ojos sabiendo todo lo que un día fuimos.
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